Editorial: Fenómenos y Catástrofes Nacionales

La sociedad del desperdicio, las inequidades sociales, la añeja corrupción que ha regido buena parte de los destinos de México, las fallidas políticas económicas que han derivado en un incremento de la pobreza extrema y en un grave deterioro del medio ambiente, entre otras anomalías, han dado como resultado que hoy suframos injustas distribuciones del ingreso nacional, deterioro en los servicios públicos de salud y educación y grave marginación para importantes sectores de la sociedad, situaciones que han dado como resultado que mucha gente haya quedado expuesta a los efectos de fenómenos naturales como los vividos hace unos días en Chalco, Ecatepec, Neza, Distrito Federal y Angangueo, Michoacán.

Queda claro que si se hubiera invertido a tiempo en infraestructura urbana y en dotación de servicios de calidad, se habrían evitado o aminorado los efectos de los desastres naturales, muchos de ellos derivados del cambio climático y del deterioro del medio ambiente que hoy en día estamos viviendo los seres humanos.

En la actualidad se le ha dado más peso a la politiquería que a solucionar las demandas de amplias capas populares; se ha vuelto muy común que se use la demagogia de los gobiernos para dar respuesta a las peticiones de los afectados por catástrofes como inundaciones, terremotos, derrames de petróleo o deslaves; se prefiere apostarle a lo mediático en lugar de enfrentar verdaderamente los deterioros derivados de esos desastres naturales.

En ese sentido, nuestra organización sindical -en varios de los análisis políticos que ha desarrollado- ya había alertado sobre el estado de cosas que estamos viviendo como producto de la grave crisis económica, y anticipamos que la misma derivaría en crisis políticas, sociales, ambientales y sanitarias. Y no nos equivocamos, pues basta ver epidemias como la de la influenza y el grave deterioro que ha sufrido nuestra diversidad biológica y en general el medio ambiente, lo que nos ha llevado a padecer los anómalos fenómenos naturales que han golpeado a amplios sectores populares.

La única solución posible a estas anomalías es que se modifique el rumbo económico que a lo largo de los años ha derivado en una ineficiencia extrema por parte de los gobiernos para llevar al país por los senderos de la justicia e igualdad social, y que lo único que han creado es una marcada miseria y visibles deterioros medioambientales como nunca se habían visto en nuestro país.

Será necesario seguir insistiendo en que el actual modelo económico ya no funciona y que se requiere cambiar su trayectoria; de lo contrario, eventos como los vividos durante las recientes inundaciones cada día golpearán más fuerte a la población.

Unión 895, 23 de febrero de 2010.