Editorial: La Democracia Comienza en Casa

La “Reforma Política” es un asunto que compete a nuestras experiencias de todos los días: en la vida doméstica, en la escuela o el trabajo, en la diversión o a la hora de hacer ejercicio. Porque en cada uno de estos actos podemos ser más o menos tolerantes, más o menos cooperativos o más o menos autoritarios… Por ejemplo, aquella respuesta a los niños: “Porque yo lo digo… porque yo lo ordeno”, y de allí pal’ real.

Con lo anterior, es preciso dejar claro que la citada “reforma política” no es sólo “cosa de los políticos”; ni del gobierno ni de los diputados, ni incluso delegado sindical o del comité ejecutivo. Debe ser un cemento –como la cultura o la ideología– que le dé cohesión a la sociedad, pero a partir de compartir responsabilidades y derechos, no complicidades ni apatías. Aunque, es cierto, hay en ella elementos especializados como las elecciones y las formas de gobernar, las atribuciones de los funcionarios y dirigentes, quién hace las cosas públicas y cómo debe rendir cuentas.

Pero también se gana cada día. Así, este pasado 11 de marzo, en el edificio del Gobierno del DF se aplicó por primera vez la ley que autoriza matrimonios de parejas de igual sexo… ¿Qué tiene esto que ver con la reforma política? Sabemos que aquella legislación ha sido combatida de manera acérrima por el PAN y el gobierno federal, aliado con la Iglesia Católica. De esta manera, el rechazo de las libertades sexuales –o el reconocimiento de tal diversidad– implica necesariamente el rechazo de las libertades políticas. Es decir, la democracia debe comenzar por la casa.
Unión 898, 17 de marzo, 2010